Sala La Medusa

La Medusa. 2020. Instalación. Bronce pintado y proyección.

Video de la instalación

Medusa es el nombre de una fragata de la marina francesa que se hundió en 1816. Los supervivientes construyeron una balsa para abandonar la nave de la que finalmente, tras unas jornadas a la deriva, solamente pudieron ser rescatados unos pocos. Como es sabido, Théodore Géricault (Rouen, Francia, 1791-1824) pintó el célebre lienzo La balsa de la Medusa en 1819. Obra estremecedora por la agonía de sus protagonistas y por la metáfora con la que trasciende la hermosa y terrible Medusa de la mitología en el bellísimo y peligroso mar. Nadín Ospina remite de forma explícita al icono del romanticismo para hablarnos de nuestra trágica realidad, con naufragios diarios de personas que solamente buscan un futuro mejor para ellos y sus familias. La frágil balsa portando a los náufragos se muestra inmersa en las imágenes de un mar siniestro, poblado de criaturas prodigiosas, en la proyección con forma de tondo, como si fuera la visión de un catalejo.

En La medusa (2017) se aborda también el tema del alienígena, su representación popular y mediática como elemento simbólico del desplazamiento y los encuentros interculturales. La Real Academia Española confiere a la palabra alienígena dos acepciones: extraterrestre y extranjero. En esta instalación, igual que ocurre en la sala I, se funden ambas nuevamente.  El universo del retrofuturismo kitsch sirve para enunciar, a través de la imagen pop, problemáticas actuales muy graves.La Medusa habla a partir de la imagen del alienígena de las dramáticas circunstancias del desplazamiento forzado y del choque que genera la presencia ominosa del extraño, el intruso, el forastero. El monstruo es el arquetipo de todos esos seres anónimos que despiertan los miedos más atávicos y prejuiciosos.

La Balsa de la Medusa. 1819. Théodore. Géricault. Oleo sobre lienzo. 491 x 710 cm.
La Balsa. Bronce pintado
Detalle del montaje
La medusa. Instalación. Bronce pintado y proyección.
Detalle del montaje