
Talla en piedra 60 x 34 x 34 cm y óleo sobre lienzo: 4 tondos de 1mt de diámetro y 7 tondos de 35 cm de diámetro.

Autor: Desconocido
Cultura: Chalca. Encontrada en Tlamanalco al pie del volcán Popocatépetl. Ubicación: Museo Nacional de Antropología, México
Material: Basalto andesita
Dimensiones: 115.5 x 53 x 44.5 cm
La pieza está basada en la famosa pieza de la cultura Mexica denominada Xochipilli que en la mitología mexica es el dios del amor, los juegos, la belleza, las flores, el maíz, el placer y de la ebriedad sagrada; su nombre significa Príncipe de las flores.
El cuerpo de la deidad como el pedestal sobre el que reposa se encontraban grabados con diversos fármacos claramente identificables entre la flor de tabaco, la de ololiuhqui, el botón de siniquiche y estilizados hongos del grupo Psilocybe aztecorum, especie de hongos psilocibios. que eran consideradas como sagradas ya que su uso permitía la comunicación con la divinidad.

El pedestal de esta escultura está incorporado a la estatua y es una reproducción en miniatura de la parte inferior de un templo, sobre el cual está sentado el dios. Se considera que la figura fue tallada aproximadamente una generación antes de que llegaran los españoles.
En el pedestal está tallada una mariposa muy estilizada posada entre los hongos. En la cadera derecha de Xochipilli hay una flor de tabaco común, una de las plantas sagradas de todas las culturas Amerindias, no sólo en Mesoamérica sino a lo largo de todo el continente, quienes veneraban al tabaco como una planta de virtudes místicas.
En el muslo derecho se ve una flor de maravilla, desde el frente de la corola, en la pierna izquierda, debajo de la rodilla, botones de esta flor que muestran la fase del ciclo vital de esta flor, era el ololiuhqui de los nahuas.
En la obra se incluye también un conjunto de pinturas al óleo en el formato de tondos (pinturas circulares) que representan la imagen botánica de diversas plantas psicotrópicas.
Trastocada la imagen original de la deidad mexica por el rostro de Mickey Mouse la obra se convierte en un objeto hibrido que mescla lo sagrado, lo ritual, con el universo de la cultura pop contemporánea.
Desde Colombia en donde la producción, comercialización y consumo de sustancias psicotrópicas es una circunstancia de complejas implicaciones sociales y económicas, el asunto de cómo enfrentar la realidad de las drogas es un aspecto de gran complejidad. Herederos como todas las poblaciones de América de una riquísima cultura ancestral que involucra en su ritualidad mágica el consumo de enteógenos, nos vemos enfrentados a un choque brutal con el consumo recreativo, compulsivo y des aureolado de la contemporaneidad.
Pasado, ritualidad y magia se confrontan con la psicodelia pop, con el sórdido mundo de la adicción y con el universo de la criminalidad y la violencia.
La pieza central, silenciosa y risueña con su aspecto hierático, contemplativo y anodino parece mantenerse extasiada, transportada en un universo de hermosas visiones abstraída de la dolorosa realidad que se convoca, pero no se muestra. El aparente humor de la pieza lleva al espectador alerta a reflexionar sobre la compleja realidad que rodea el mundo de las drogas, sus peligros, su banalización y las luchas políticas y económicas que conmocionan a nuestra sociedad.
