
Ricardo Arcos-Palma
Ricardo Arcos Palma comenta en la Revista Art Nexus sobre la exposición Oniria presentada en el 2012 en el Museo de Artes Visuales de la Universidad Jorge Tadeo Lozano de Bogotá:
La más reciente obra de Nadín Ospina, expuesta en el Museo de Artes Visuales de la UJTL se titula Oniria (2007-2012), una obra que recoge mucho de su producción anterior, donde se mezclan con inteligencia lo lúdico, el universo infantil, lo anacrónico, la memoria colectiva e individual, lo popular, el delirio y el mundo de los sueños. Oniria es una instalación multimedia donde los objetos, el sonido y el video crean una escenificación en la cual el espectador parece sumergirse en lo onírico para “resistirse al olvido y a crecer”, dice el artista, pues según esta propuesta la pérdida de memoria y la adultez van de la mano, en oposición al mundo del infantil, donde los sueños marcan y animan su mundo.
Al ingresar a la sala de exposiciones, completamente en penumbra, percibimos unos puntos de iluminación cenital que revelan unas figuras de colores muy vivos. Estas figuras reposan sobre mesitas redondas casi a ras del suelo igualmente coloridas, que nos recuerdan los juguetes antiguos de plástico producidos en serie que alguna vez tuvimos en nuestras manos: la mujer que camina, un Buda sentado en un toro, un juez de carreras con su banderín, el califa y el inconfundible indio pielroja de torso desnudo, Mirada adusta y armas en mano, con los cuales los niños jugaban a los vaqueros.

Al observar estas figuras, nos damos cuenta de que están sobredimensionadas y se encuentran en su mayoría acompañadas de maquetas de las más grandes construcciones arquitectónicas del mundo: la Torre Eiffel, el Big Ben, el Taj Mahal, la Pirámide Maya, el Coliseo Romano, entre otros. Estas piezas acentúan el mundo de ensoñación, donde historias y realidad se mezclan promiscuamente en nuestra mente. Estos objetos, que parecen estar realizados en plástico, pues hacen parte del boom del polímero, nos sorprenden porque están hechos de bronce posteriormente pintado. El artista logra actualizar la escultura en bronce para insertarnos dentro de un lugar en donde lo popular cobra relevancia.
Esta experiencia no solamente es visual; en toda la sala podemos escuchar un sonido ambiental en el que se perciben el agua y algunos sonidos metálicos que se entremezclan con los de las aves. Luego de realizar el recorrido nos damos cuenta de que tal sonido emana de un video en el que inicialmente vemos unas burbujas que flotan en un ambiente acuoso, y de golpe aparecen girando la figura del indio pielroja seguido de la caminante amarilla que también gira. A estas figuras se agregan otras que ya estaban en la sala y que hacen referencia a los monumentos escultóricos y arquitectónicos ya descritos.
En palabras del mismo artista, Oniria es “una apuesta a la memoria colectiva, en donde cada personaje reclama un lugar en el contexto de la resignificación del arte contemporáneo. Un elemento que enmarca la obra Oniria es la imagen y la significación del mítico Uróboros, la serpiente o dragón que devora su cola. Signo que encierra conceptos como el eterno retorno, lo cíclico, lo inmutable, la reiteración, el esfuerzo inútil, la condena a la repetición (Sísifo), el sino. De por si, como apelación a la memoria, al recuerdo, a la nostalgia, es una obra del presente que se desliza por muchos momentos del pasado. Oniria es la inmersión en un universo personal de sueños, recuerdos y memorias como una forma de Resistencia frente a la dilución de la singularidad y la individualidad. Oniria es una invitación al ejercicio de la ensoñación frente al patetismo de la cotidianidad y la sordidez del statu quo”.
En efecto, tal como lo demuestra el artista, esta obra contiene varios referentes míticos, que se encadenan con los sueños, la nostalgia y la memoria. Cada elemento se convierte en un detonante que permite a los espectadores sumergirse en un estado de contemplación y ensoñación profundo. Esta obra tiene estrecha relación con una producción anterior en donde ya se había tratado el tema del sueño y el delirio (Soñadores , de 1991, y Delirio de 1992), y el artista había explorado ya el tema del juguete (Krakatoa de 1987, y Colombialand de 2004).
Con esta instalación Nadín Ospina logra hacernos recordar que el mundo de la ensoñación tiene aún asidero en la realidad. Imposible dejar de lado los sueños, que de una u otra manera son el móvil de nuestra existencia. El mundo de los sueños, que es también el mundo del juego, donde lugares lejanos están al alcance de la mano, donde personajes que poblaron nuestra infancia parecen cobrar un Nuevo significado. Así podremos insistir, como lo hacía el poeta, que en efecto la vida es ensoñación permanente, un frenesí, “una ilusión, una sombra, una ficción, y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es un sueño- dice Calderón de la Barca-, y los sueños, sueños son”
Ricardo Arcos Palma, Revista ArtNexus, Revista #86, Sep – Nov 2012
