Ricardo Arcos Palma

La otredad fue una característica moderna, donde el Otro surge como aquel extraño, diferente, bizarro y exotizado. Ese otro es admirado y odiado, anhelado y temido. El otro encarna fascinación y terror a la vez. Esa tensión llevó a personajes como el poeta francés Arthur Rimbaud a enunciar una frase contundente: “Je suis un autre. ” El poeta al autoafirmar su identidad frente a la otredad, está tendiendo un puente con ese otro que ya habita en nosotros mismos, con ese otro que deviene un extraño, un extranjero en su propio territorio de la identidad. En estos términos la otredad no es más que un concepto que ensancha nuestros propios límites. Esto mismo sucede con la obra de Nadín Ospina quien desde hace 34 años viene explorando varios mundos, en donde la ensoñación y lo onírico, la memoria y la historia, la postura crítica frente al colonialismo y el racismo, lo lúdico y lo real, lo indígena y la cultura pop, el cine y la música, el comic y los juguetes, recrean esos otros mundos que hacen parte de nuestra cultura híbrida, abigarrada y mestiza.
OTROS MUNDOS es el título de la muestra de Nadín Ospina en el espacio AH Fine Art en Medellín. Esta ciudad es muy significativa para el artista, pues aquí arrancó su carrera profesional en firme: El curador Alberto Sierra lo seleccionó para el primer salón de arte universitario del país: el Salón Arturo y Rebeca Rabinovich que tuvo lugar en el Museo de Arte Moderno de esta ciudad en 1981, a partir de entonces Ospina incursionó con fuerza en el mundo del arte al ganarse uno de los premios con sus “pinturas tridimensionales”. En el 2009 su obra regresa a la ciudad al espacio público del edificio inteligente del Bancolombia con el imponente “Superman Pensador”. Hoy, OTROS MUNDOS además de recoger su obra más reciente y algunas piezas emblemáticas de su recorrido artístico, rinde homenaje al artista y a la ciudad que entendió y acogió desde el inicio una de las obras más significativas del arte latinoamericano.


OTROS MUNDOS reúne obras de las series Críptidos (2015). Resplandor (2013), Oniria (2012), Colombialand (2008), El ojo del tigre (1998), El gran sueño americano (1993), Santuario (1991), Amazonia (1998) entre otras piezas emblemáticas que ya son ícono dentro del arte internacional como la serie de hibridaciones entre las figuras del comic americano hibridaciones culturales y una nueva figuración con elementos neo-pop. Es así que los mundos extraños y fantasiosos que crearon con sus crónicas e imágenes los viajeros de los siglos XVI y XVII dialogan hoy con estos otros mundos que recrean las nuevas series de alienígenas: el pasado vuelve y se activa con el retrofuturismo kitsch donde esos mitos antiguos acentúan la idea del otro monstruoso.
Este universo es fundamental para la obra de Nadín Ospina quien desde hace tres décadas viene dando cuenta de esas fascinantes fronteras entre esos mundos donde el viaje da consistencia a su universo plástico: desde las travesías de los conquistadores y misioneros europeos que generan piezas como Caza de los putos (2013), inspirada en
3 los grabados de Theodore de Bry, a los viajes intergalácticos de Star Trek que generan piezas como Encuentro (2015), en las que aparece el Señor Spock sentado al lado de una figura precolombina en una banca de parque, como si la teletransportación facilitara este encuentro imposible.

Sobre estos otros mundos Nadín Ospina nos recuerda que “en la época de los descubrimientos, la imagen de la América, es la de un mundo ominoso, lleno de presencias exóticas, extrañas, fabulosas, una imagen distorsionada y en muchos sentidos, políticamente manipulada.
El caso particular del grabador flamenco de Theodore de Bry es fascinante por su participación en la construcción de la leyenda blanca y la leyenda negra de España. El era un hombre al servicio de la corona inglesa, muy prejuiciado, sus grabados comunicaban este prejuicio, todo el retrato de la América descubierta por los ibéricos estaba imbuido de un aura de monstruosidad llena de personajes sospechosos, de todo tipo de seres malignos, diabólicos. Este es un retrato que pervivió en el tiempo muy fuertemente en Europa, y que hoy frente a todas estas circunstancias sociales tan dramáticas, con la insurgencia de estas nuevas formas de encono con el extranjero, vuelven a tener una gran actualidad a mi modo de ver.i”

OTROS MUNDOS está planteada como un regreso al origen, un regreso de manera circular, tal y como sucede con la obra Uróboros (2013) una figura mitológica representada por el dragón que muerde su propia cola como símbolo del eterno retorno, la cual nos recuerda que el artista, siempre “vuelve al lugar en donde está la fuente, el origen incorruptible”ii.
La exposición es un recorrido a través de la producción artística de más de tres décadas. Esta mirada retrospectiva nos permite ver cómo existe una coherencia fascinante en la obra de Ospina. A partir de esa pieza se articula el proyecto expositivo que se reagrupa en varios mundos materializados por el artista de la siguiente manera:

Sueños y ensoñaciones
Oniria (2010) reúne un conjunto de piezas realizadas en bronce pintado. Figurillas de un monaguillo, un camera man, el hombre del banderín de las carreras de autos, un califa, una monja, un penitente, un Buda sentado sobre un búfalo, una dama que aprende a caminar elegantemente (marchante) con un misterioso objeto en su cabeza, figuras agrandadas y pintadas con colores pop, nos recuerdan ese universo retro de los años sesenta donde lo kitsch es exaltado. Esta serie de objetos hace parte de un intento de evocar ese mundo de la ensoñación que el infante y el artista necesitan para recrear otros mundos acentuando esa fascinación de toda una generación por la revolución de los polímeros y sus colores sintéticos tal y como lo mostraban las revistas que influenciaron a la generación nacida en la década de los sesenta: Reader Digest y Life. Lo Pop hace su presencia en el mundo de la representación artística. La fascinación del color en la sociedad, la psicodelia, el hippimismo, la televisión en color y el cinemascope.
Dentro de esta serie destacamos Americanos (2010) Estas figuras inspiradas en los indios piel roja de plástico con los que los niños de cierta generación jugaban a los vaqueros nos hablan de que manera el artista resalta lo indígena como elemento fundamental de ese americanismo que sirve de tensión frente a una postura colonial. Un guerrero que enarbola con valentía su arma convirtiéndose en el símbolo universal del primitivo, del buen salvaje.


La pintura tridimensional o la escultura pintada La pintura en la década de los ochenta y los noventa entra en una especie de crisis de representación. Artistas como Yves Klein, perteneciente al movimiento impulsado por el teórico Pierre Restany Los Nuevos Realistas, logran superar este momento creando nuevos lenguajes. Sin lugar a duda la expansión pictórica de este artista y otros interesados en los cambios de formato, sirvieron de referencia a los primeros trabajos plásticos de Ospina, quien decide seguir utilizando el color, pero problematizando su soporte pictórico. La pintura va más allá del recuadro y comienza a tomar volumen, se vuelve tridimensional. Esta característica es recurrente en la búsqueda técnica del artista quien asume el volumen como un lugar donde la pintura se instala y se vuelve objetual.

Hibridaciones precolombinas
En la década de los noventa hace eco la idea de las “culturas híbridas” enunciada por García Canclini, una teoría que explica cómo en la contemporaneidad existe una tendencia a borrar lo originario y basarse en lo mestizo y lo transcultural. Aquí el cruce de culturas y sus mutuas influencias crean nuevas formas de marcar el presente. Algo similar sucede en la obra de Ospina en donde existe una apuesta contundente al cuestionamiento de ciertos valores inamovibles sobre la pureza que bien se puede aplicar a exclusiones raciales y también a asuntos que atañen a las prácticas culturales. Bizarros y críticos es una serie que controvierte el asunto del “crítico monolítico”. Aquí aparece por primera vez el crítico de arte, materializado en Bart Simpson quien se exhibe con cierta rigidez propia de la piedra. Aquí la estrella de la serie televisiva de dibujos animados, se amalgama con la estatuaria precolombina abriendo así un camino importante que deja sentadas las bases de la serie El gran sueño americano, que reúne una serie de obras provocadoras donde personajes de la cultura pop y del comic como el ratón Mickey se fusionan con los materiales y posturas de las figuras pre-colombinas.
De esta manera la hibridez cuestiona el asunto monolítico de la pureza que sobre todo en esta época hace que las fronteras sean superadas. Estos nuevos personajes nos dan la clave para entender que sucede con territorios que parecen inamovibles y establecen un diálogo exaltando un cierto anacronismo (Didi-Huberman) donde el pasado se reactualiza con lo popular y lo pone a circular dentro de la cultura de masas despojando de aura la idea de los íconos sagrados.


Territorio y juego
Colombialand, es el nombre de una serie que marca un hito muy interesante sobre lo que significa la idea de ser latinoamericano y particularmente ser colombiano. Cómo estos asuntos identitarios se ven representados perversamente por el primer mundo a través de juegos como Lego. En un encuentro fortuito en París con uno de estos juegos, Nadín Ospina vio como es representado al indígena y al autóctono latinoamericano, con desconcierto e indignación descubre como los clichés coloniales aún están presentes y peor aún en juegos de los niños europeos. De este descubrimiento surgen obras como

El Alacrán (2003); esta pintura al óleo retrata un villano con pistola en mano en un paisaje muy latino con montañas anebladas al fondo y detrás de él un campo de amapolas. A sus pies un alacrán. Este personaje vestido de blanco, chaleco rojo, corbata y con sombrero tiene una mirada terrible de “malo”. Su rostro retoma esa imagen cliché del mafioso latinoamericano.

Sicario (2002) una pintura de gran formato donde el personaje con la cara cortada, pelo en pecho y chuchillo en mano “posa” al lado de unas flores de amapola. El cielo azulado y con algunas nubes en un paisaje desolado reafirma que el contexto es colombiano.

Flores del Mal(2007), un campo de amapolas verdes y rojas es pintado dentro de este universo del juego infantil abriendo un terreno de reflexión sobre la construcción del otro exotizado y diabolizado. Lo mafiosos, los sicarios, las flores prohibidas como la amapola, se convierten en estos elementos con estética Lego que van a acentuar las perversidades del juego con el otro malvado. Objetos y pinturas se recrean para abrir un panorama diferente cuestionando la inocencia del juego y sus consecuencias perversas en asuntos de imperialismo cultural. El otro en Colombialand
personifica el mal supremo.

Animalidades
La presencia del animal en el universo estético de Ospina es muy frecuente, tanto los animales humanizados de los comics americanos como aquellos que va a representar en la serie de los Críptidos. Esta presencia animal que pintada de manera monocroma se dispone sobre la pared, creando instalaciones seriales. En ocasiones estas obras son fragmentos de animales que hacen pensar curiosamente en trofeos de caza. Aquí aparece una reminiscencia mitológica donde el animal se ve como un objeto en vía de extinción, pero no solamente el animal en sí, sino nuestra relación con la animalidad, con los elementos simbólicos y totémicos que hacen de la representación zoomórfica un elemento de identificación sicológica. Esta reflexión está muy presente en artistas contemporáneos como Renata Sussheim, Julian Salaud, Carlos Amorales, entre otros. Santuario, una serie en la que confluyen referencias a la influencia religiosa colonial y el mundo de la animalística precolombina.

Los románticos(1987) hace parte de la serie que reflexiona sobre la Amazonía. Un tapir, una figura pre-colombina y un torso femenino realizados en resina y pintados a la manera del action painting de Pollock conforman una instalación que poetisa sobre los encuentros interculturales, la fuerza de la naturaleza y el erotismo. Éxtasis (1991), Esta obra basada en el rostro de la hija del artista es transformado a la manera de tótem con la inserción de distintos objetos como cabezas de animales y figuras precolombinas. Estas esculturas en resina recubiertas de pintura mineral azul logran evidenciar esa comunión entre el mundo de la ensoñación y la experiencia ritual chamánica.

El sueño de Acteón (1992) recuerda el mito griego y emblematiza la cabeza del ciervo en resina también pintada de azul soportada por unos trípodes de bronce. El cazador metamorfoseado en siervo por Artemisa es devorado por sus cincuenta perros; aquí no hay perros, pero Actéon se ha multiplicado como insistiendo en la dicha de haber visto a la diosa desnuda. Estas esculturas le asignan un carácter sagrado al animal y despiertan en lo humano algo que permanecía oculto: la sensibilidad.

Monstruosidades en las memorias Con la serie Resplandor, Nadín Ospina logra reflexionar sobre “la fantasía, el prejuicio y la vileza”iii. Aquí las construcciones delirantes nacidas de las empresas coloniales europeas, generan un imaginario que recrea monstruos y bestias a partir de relatos que se enriquecen de prejuicios raciales. El nuevo mundo, América y sus habitantes incluidos los animales, se ven distorsionados, creando otras realidades y nuevos mitos que producen temor a lo extraño. Lo diferente, el diferente, nace aquí como un lugar donde confluyen todas las tensiones culturales. Así surge Críptidos, una obra donde los animales se amalgaman con lo humano alimentando esa pequeña historia de la animalidadiv: personajes impecablemente vestidos con cabeza zoomórfica recuerdan esas relaciones anacrónicas entre lo humano y lo animal acalladas durante siglos.

Caimán monstruo Americano (2013): un enorme caimán se defiende o ataca a unos indígenas. Esta pieza escultórica en bronce a la cera perdida, es recreada a partir de los grabados del siglo XVII que insistían en distorsionar la realidad a partir de relatos fantasiosos. Este descomunal animal, casi como si fuera un dragón, encarna todos los temores del mundo civilizado europeo.

El Rinoceronte de Durero (2013), esta pieza en bronce recuerda el grabado del siglo XVI realizado por Durero. La imposibilidad de conocer un animal de este tipo, solamente imaginado a partir de relatos de viajeros, hizo que el artista alemán ingeniara este magnífico ser provisto de una verdadera coraza militar. Ospina con el recurso de la cita y la apropiación retoma esta bella imagen y le da forma tangible tridimensionalizándolo.

El soplo del oro (2013), es una pieza escultórica significativa que representa el baño de oro de los caciques previo a su inmersión en las aguas de una laguna sagrada. Escenas rituales que se reproducían más en las leyendas que en la realidad, alimentando el mito del dorado que tanto hizo alucinar a los conquistadores y trajo tantos males a estas tierras.

La caza de los putos (2013), cita un relato visual de Theodore de Bry que muestra a “Balboa emperrando indígenas sodomitas”. Esta atroz escena es recreada por el artista en un bronce de gran tamaño en donde los perros destrozan los cuerpos de individuos desnudos que se debaten sin lograr sobrevivir a tan terrible castigo bajo la mirada impasible y complaciente de los arcabuceros y mosqueteros españoles del ejercito de Balboa. El Etnógrafo (2013), se inspira de un grabado del siglo XIX: “indio cargando al amo blanco”. Un indígena porta a sus espaldas un explorador que va sentado cómodamente en una silla mientras este cruza descalzo un paisaje difícil de transitar en condiciones climáticas extremas.

Existe también un Retrato de familia (2015) inspirado en un daguerrotipo de la familia de Ospina que había permanecido oculto por muchos años. Cuando el artista descubre esta imagen, ve a un personaje de otras tierras corroborando que se trata de su tatarabuelo de origen alemán instalado en la segunda mitad del siglo XIX en Boyacá y quien posa con su familia. En el centro sentada una hermosa mujer elegantemente vestida con rasgos indígenas. Era su tatarabuela. Este descubrimiento para el artista es muy significativo pues retoma o más bien sintetiza y acentúa de una u otra manera su proceso creativo que insiste en el mestizaje y la hibridación.

Alienígenas ancestrales.
Encuentro (2015), es una pieza magistral que abre paso a la producción artística más reciente de Nadín Ospina. Las series de televisión, la cultura visual popular, recogen de una u otra manera esos viejos temores y fascinaciones que ya existían en épocas coloniales tratados por el artista. Los viajeros en esta ocasión son seres intergalácticos que nos permiten centrarnos, con mucho humor e ironía en encuentros imposibles “del tercer tipo”: el habitante del planeta Vulcano se encuentra plácidamente sentado con su intercomunicador en mano, al lado de un simpático y desvalido retablo Quimbaya. La tele-transportación en este caso ha posibilitado el viaje estelar a través del tiempo, generando un encuentro poco usual casi surrealista. Con esta pieza Nadín expone al parecer una solución a todas las tensiones de estos mundos: el encuentro en este caso se da en una aparente tranquilidad dejando al descubierto un relato por construirse. El artista sigue incursionando en esos mundos posibles (Voltaire) que construyen nuevas perspectivas frente al identidad que no es rígida, ni inamovible por el contrario, híbrida, mestiza y mutable.
Otros Mundos de Nadín Ospina es una exposición sin lugar a dudas hará historia dentro de la plástica nacional e internacional, una ocasión para que el público pueda ver de cerca y comprender un proceso creativo coherente como muy pocos.
Medellín-Bogotá, septiembre del 2015.
i Conversaciones con Nadín Ospina. Agosto del 2015.
ii Nadín Ospina. La suerte del color. Ediciones El Museo. Bogotá, enero 2014.
iii Idem.
iv Arcos-Palma, Ricardo. Animalités. Inter, Art Actuel. Quebec, 2013.
