La simulación de Nadín y Simpson

Javier Gil 

Piezas recién envejecidas, recién “precolombinizadas” nos  entrega Nadín Ospina en su sorprendente exposición. En ella se  congregan hipopótamos, cocodrilos y tortugas extraídas de  juguetes de circulación masiva; cabezas y figuras del famoso  personaje de los Simpson en poses que lo asemejan a la solidez,  frontalidad y atemporalidad de la estatuaria precolombina. Esta  serie de elementos se disponen con el mayor rigor estético,  simulando la presencia de un espacio artístico o antropológico.  Las artificiales figuras, elaboradas con la mayor precisión  técnica, dejan ver las fisuras, resquebrajaduras y decoloraciones  que imprime el tiempo en los objetos antiguos. En tal virtud la  exposición nos produce la extrañeza propia de lo que es y no es  al mismo tiempo, de lo serio e irónico, de lo real y lo simulado. 

Varias reflexiones, entonces, podemos desprender de las  operaciones artísticas ejecutadas por Nadín Ospina: 

– En torno al artista. Este desaparece en su condición clásica  ligada al buen oficio, al estilo, a la autoría, a una personalidad  única e individual. 

Nada de eso se percibe en esta ocasión, un nuevo concepto de  artista se insinúa, aquel que opera sobre cosas ya hechas, un  operador de orden conceptual a partir de intervenciones  mínimas. Casi que el merito artístico –en su sentido clásico– le  corresponde al artesano con su admirable técnica. 

– Pone al descubierto la simulación generalizada que caracteriza  nuestra época. Baudrillard ha indicado que asistimos al fin de lo  real – original y la consecuente escenificación del simple signo  de las cosas. De la verdad a la apariencia, del arte al artificio.  Simulacros, pliegues y despliegues de una simulación que ya no  esconde nada, simplemente anuncia la legitimidad de la lógica  del simulacro. Nos hace ver la producción de “autenticidad”, la nueva industria de lo “autentico”, la genuina producción de  “pasado”, siendo cada vez mas evidente nuestro feliz  acoplamiento a esa lógica. Ya no buscamos verdades originales,  nos conformamos con simulaciones. Artificialidad de lo natural,  naturalidad del artificio. Lo culto y lo popular se emparejan en  esta actitud, la diferencia radica en que unos optan por las  reproducciones de arte o las flores artificiales, mientras que los  grupos “cultos” optan por piezas que se esmeran en parecer  originales, únicas, viejas, perfectas, verosímiles. 

Aún dentro de esta lógica persiste el deseo común de  diferenciación y distinción. 

– A partir de la misma estrategia de simulación produce un  comentario critico sobre como se produce la cultura por el  museo. Simula un espacio antropológico para hacer evidente  desde dentro –y con su propia lógica- los artificios y ficciones  escondidos detrás de la presunta inocencia del museo. Por un  lado el museo antropológico con su proceder conmemora el  pasado como legitimo y sacro frente a un presente profano y  relativamente vulgar. Eso lleva a fetichizar y fijar la cultura en  ciertos “objetos” descontextualizados, despojados de sus  vínculos vitales y de su “trabajo” cotidiano. La exhibición  antropológica, por medio de esa abstracción, dota a los objetos  de una lógica, una gramática y una estética que les es ajena. De  paso produce un concepto de cultura indiferente a las practicas  y experiencias cotidianas y ceñido a objetos que se han de  guardar, contemplar y difundir como “obras de arte”. Esto se  deriva directamente de lo lugares y formas de exhibición. 

-En esa cadena de simulacros el artista hace un simulacro de si  mismo. En anteriores oportunidades ha mostrado su obra con  una disposición artística “seria”. Hoy se parodia a si mismo, crea  un espacio similar a los anteriores, con la misma pulcritud  estética, pero con distinta actitud.

-La cercanía de lo culto y lo popular se pone de manifiesto, una  vez más, mediante la idea del coleccionismo. Mientras el hombre  “culto” colecciona ,cree coleccionar o simula coleccionar  originales, el hombre común colecciona –quizás con menos afán  diferenciador– laminas o imágenes de los medios de  comunicación. La magnifica imagen de un Simpson  precolombino permite pensar una actitud similar entre el  coleccionista de “originales” y el coleccionista de imágenes  masivas. 

Así mismo nos da que pensar en otras direcciones: Nuevas  deidades provenientes del mundo, de los mass-media?, redes de  contaminación de imágenes y tiempos?, proximidad absoluta de  todas las cosas en la era posmoderna?, burla de ciertos valores?,  critica a una presunta, original, e incontaminada identidad,  poniendo en su lugar el sincretismo que sufre la misma  identidad con diversas imágenes y tiempos?. 

Quizás hoy se produce mayor identificación con las imágenes de  los medios masivos que con una identidad remota e  inmodificable. 

En cualquier caso la reproducción seriada de hombres Simpson,  mas allá de la sonrisa que despierta su alusión a los críticos, es  un objeto que revela las desterritorializaciones de la cultura  contemporánea. En esa figura se sintetiza el producto único con  la producción industrial, lo original con lo masivo, lo sacro con lo  cotidiano, lo pasado y lo presente, lo popular y lo elitista, lo  fugaz con lo permanente. Se funde lo mas radicalmente distinto  explicitando sus inesperadas proximidades, casi podríamos  decir que el Simpson precolombino se constituye en un símbolo  felizmente burlón y juguetón de muchos de los actuales  desplazamientos culturales.