El Gran Sueño Americano

En la serie El Gran Sueño Americano que se inicia en el año 1992 confluyen varios aspectos  conceptuales, técnicos y procesuales.  

Las obras se caracterizan por fusionar las técnicas e imágenes del arte precolombino con elementos de la cultura pop contemporánea. La cerámica, la piedra y la metalurgia propias de las producciones arcaicas, son replicadas con la intención de simular su aura mítica y crear una confluencia crítica de diversos elementos simbólicos, estéticos e históricos.

Reflexionando durante el proceso de creación de la obra sobre la búsqueda de un elemento  de identidad latinoamericana, surge la comprensión de que ese concepto es imposible de  definir desde un sentido unívoco. La realidad mestiza, híbrida y permeable de nuestro  entorno social está como nuestra conformación étnica compuesta de diversos elementos  que se funden en una amalgama llena de matices y contradicciones. La pervivencia de  elementos atávicos pre modernos en las sociedades contemporáneas de América Latina  produce una especie de “frotación tectónica” ante la avasallante imposición de las  tecnologías y los sistemas económicos dominantes. La obra soportada en una serie de  piezas de decidida presencia objetual propone una reflexión conceptual que aborda  factores sociológicos y políticos, creando lo que a juicio del autor es un “autorretrato social” El desplazamiento del concepto de autoría y el ejercicio de apropiacionismo son estrategias  intrínsecas al proceso de producción de El Gran Sueño Americano. 

La contratación de artesanos especializados en la falsificación y réplica de piezas  precolombinas, declinando la ejecución de la obra en su aspecto físico, pone en crisis el  concepto de originalidad y la figura heroica del artista autor.  

La obra pone en cuestión conceptos como alta y baja cultura, centro y periferia y replantea  el debate sobre la validez de las producciones prehistóricas como arte, artesanía o  ritualidad.

Irónicamente la obra cuestiona la valides de la etnografía, del museo como contenedor de  ritualidad desaureolada y de los relatos nacionalistas que se arrogan los símbolos de la prehistoria mítica como convalidaciones de falsos patrioterismos que resultan totalmente  inanes y oportunistas.  

El Gran Sueño Americano esta concebida como una obra total en su conjunto, como un  simulacro arqueológico y su “puesta en escena” implica en la mayoría de los casos la  preparación de dispositivos de apropiación del espacio museal que la ubican en el terreno  de las instalaciones y las intervenciones. 

Príncipe de la Flores. 2001.  
Instalación. 
Talla en piedra, óleo sobre lienzo y sistema lumínico.