NADÍN OSPINA

El Ojo del Tigre

Nadín Ospina – El ojo del tigre – Una mirada crítica a la imagen  migratoria 

Figura en cerámica Cultura Tumaco. Colombia

La instalación El ojo del tigre del artista Nadín Ospina trata sobre  el fenómeno de la influencia del arte y la cultura oriental en el  mundo occidental, particularmente en nuestro continente.

En ella se abordan aspectos que van desde la probable relación  de antiguas civilizaciones orientales con la América precolombina, a los fenómenos de medios de comunicación como el cómic  japonés, las películas de artes marciales, el erotismo intermediático y todas las manifestaciones icónicas  contemporáneas que han establecido un imaginario pop de lo  oriental.

El interés de Ospina en el arte precolombino lo ha llevado al  encuentro de los sorprendentes ejemplos de cercanías entre  elementos de las culturas precolombinas y ciertas  manifestaciones estéticas de antiguas civilizaciones orientales. 

Esta serie de coincidencias ha sido analizada por los defensores  de la hipótesis de la “relación transpacífica” que preconiza la  migración prehistórica como base de algunos desarrollos  culturales americanos. 

El Difusionista, Museo del Chopo, México

Ya en 1994 en la obra El Difusionista presentada en el Museo del  Chopo de la Universidad Autónoma de México para la exposición  Por mi raza hablará el espíritu Ospina había tratado el tema. La  obra es una instalación compuesta por una pieza central de  cerámica: una urna a la manera de pieza de carácter  precolombino con tapa rematada por la figura de un elefante, un dibujo ejecutado directamente sobre la pared y una banda sonora  que repite un elemental y estereotipado tema musical oriental. El dibujo en la pared es la copia de un grabado publicado en 1924  en el London Ilustrated News por el anatomista e investigador de  momias Grafton Elliot Smith (1871–1937), quien simultáneamente  había publicado el polémico texto: Elephants and Ethnolgists que  suscitó un apasionado debate.  

Smith el más importante representante de la corriente  antropológica llamada Difusionismo proponía que en algunos  relieves de las pirámides de Copán y Palenque podían  reconocerse claramente figuras de elefantes, animales que con  toda seguridad no se encontraban en Mesoamérica al menos en  época histórica, deduciendo que estas representaciones sólo  podían ser posibles gracias a una tradición visual traída por  viajeros procedente de oriente.

El Difusionista, la obra de Ospina, es un comentario irónico a la  arqueología y su incapacidad para dilucidar este problema, así  como a las manipulaciones de los investigadores que en aras de  un reconocimiento han sido capaces de falsear las evidencias  creando confusos modelos especulativos. 

Con todo y las críticas a su interpretación el trabajo de Smith  generó el interés por analizar el fenómeno y ha dado pie a  numerosas indagaciones. 

En 1961 el arqueólogo ecuatoriano Emilio Estrada realiza  excavaciones en el sitio denominado Valdivia en la costa norte de  la provincia de Guayas en Ecuador encontrando un tipo de  cerámica atípica de una antigüedad de 5.000 años que no  correspondía a ningún desarrollo local que justificara su origen,  concluyendo que sus antecedentes debían buscarse fuera del  continente americano. 

El tipo de cerámica con el que se encontró una similitud estilística  y temporal más concluyente fue la elaborada durante el período  Medio Temprano de la cultura Jomon de la isla Kyushu del Japón  que llegó a su florecimiento entre los años 3.500 y 2.500 antes de  Cristo luego de una larga evolución que la sitúa como la cultura  que creó la cerámica más antigua conocida hace más de 12.000  años. 

Los difusionistas sostienen que las semejanzas encontradas entre  esta cultura de Suramérica y su correspondiente asiática solo son  posibles gracias a los viajes transpacíficos y que no es probable su aparición tardía y espontánea en esta zona geográfica luego  del largo viaje de la primera oleada humana procedente del  estrecho de Bering.  

Los aislacionistas por su parte atribuyen las coincidencias a  invenciones independientes esgrimiendo la imposibilidad del  traslado de viajeros a través de más de 9.000 millas de  separación. 

El investigador Chileno Jaime Errazuriz quién analizo la cultura  Tumaco-La Tolita encontró evidencias, según él irrefutables, de  una influencia oriental en esta cultura precolombina. Errazuriz se  basa en la precisión de la sofisticada representación realista de  esta civilización que retrata un durante un corto periodo estilístico  la aparición abrupta de un prototipo humano perfectamente  reconocible por sus rasgos orientales. Errazuriz publicó en el año  2000 para la Universidad Católica de Chile el estudio Cuenca del  pacífico – 4.000 años de contactos culturales, un extenso análisis  de las coincidencias estéticas entre producciones artísticas de  Mesoamérica y Sur América precolombina con China, Japón, India  y el Sudeste asiático en un camino de doble vía en el que no  descarta la posible influencia de ideas provenientes de América  en Asia.  

Durante el transcurso de la historia, la cultura oriental ha influido y  permeado a occidente en muy diversas formas, su seducción es  una constante que se manifiesta tanto en el arte como en las  expresiones populares universales.  

Marco Polo el primer viajero occidental en recorrer la ruta de la  seda, trajo de regreso a su Venecia natal extraños relatos,  deslumbrantes tesoros y abalorios diversos, que, a más de crear  un gran interés comercial, suscitaron una profunda curiosidad por  las manifestaciones artísticas y culturales de oriente. 

Retrato de Émil Zola por Eduardo Manet en el que aparece el   Autor rodeado de objetos orientales como un biombo y un gravado   de Utamaro

El termino orientalismo denota un conocimiento, un carácter, una  afición o tendencia a lo oriental, y revela una constante en la  cultura occidental, que llega por momentos a cumbres de  notoriedad como es el caso de los artistas impresionistas y post impresionistas, que extrajeron muchos de sus temas de grabados,  fotografías, objetos y sujetos de oriente. 

Viajeros y clérigos misioneros que recorrieron Asia durante los  siglos XVII y XVIII a pesar de no comprender cabalmente la riqueza del arte oriental enviaron a Europa muchos objetos de  seda, laca, porcelana, dibujos y pinturas que influyeron profundamente y dieron origen al estilo “chinoiseire”. Un misterioso y casual envío de grabados japoneses que llegó a  París en 1850 desencadenó un inmediato entusiasmo por todo lo  japonés considerado altamente refinado y por supuesto exótico. Para muchos pintores como Manet, Degas y Van Gogh este arte se  constituyó en toda una revelación que influyó profundamente en  sus producciones. 

En nuestro tiempo la interacción cultural, los medios de  comunicación y los sistemas de producción masiva han llevado  esta realidad a una nueva e insospechada dimensión.  

Cherry – Saber Marionette

El cómic japonés, Manga o Manga Anime y su variante erótica el  Manga Hentay, son un claro ejemplo de este fenómeno. Series  clásicas de los años 70’s y 80’s como Aeroboy, Centella o los  Transformers, introdujeron la estética de personajes de rostros  rinoplásticos y ojos agrandados. 

Junto al cómic japonés es reconocible el culto popular a la bizarra  violencia marcial cinematográfica con sus ídolos iconizados como  Bruce Lee o Jackie Chan; el ciber erotismo oriental, des aureolado reflejo contemporáneo del imaginario sensual de oriente como  último reducto del misterio femenino convertido en el paraíso de  la geisha call girl; la ola de productos orientales u orientalistas,  fruto del auge de la llamada Nueva Era, mini jardines zen para  ejecutivos, manuales prácticos de origami, bonsái, Feng Sui y  acupuntura, videos de Tahi Chi y meditación taoísta, complementados por barras de incienso, budas de plástico  dorado, gatos saludadores y dragones de falso jade. Constituyéndose en la más notable expresiones del kitsch internacional, oriente devuelve al mundo un reflejo homogenizado y travestido de su cultura, aquello que occidente quiere ver de  oriente. La esencia real de la cultura oriental es inasible al ansia  consumista por exotismo. 

Devolviéndonos, como en el paso del tigre zen, en la América  prehistórica las similitudes estéticas y técnicas de culturas  precolombinas y asiáticas coetáneas, en lapsos de tiempo muy  posteriores a las migraciones de Bering solo pueden explicarse  por la existencia de relaciones transpacíficas, hecho planteado  por la corriente arqueológica del Difusionismo. 

Algunos ejemplos de las muchas “coincidencias” encontradas  entre nuestro continente y oriente son la cerámica Valdivia (3.000  a.C.) directamente relacionada con el arte de la cultura Jomon del  Japón (3.500 a.C.- 2.500 a. C.); el arte de la cultura Tumaco-La  Tolita, que siendo esencialmente realista y caracterizándose por  retratar fielmente su entorno, incluyó a partir del 200 A.C. fenotipos  claramente orientales; la identificación de escritura Shang en los  Símbolos Olmecas; el hecho de que Perú comparta más de 300  topónimos de origen prehispánico con la China; la identificación  de posiciones rituales budistas en esculturas figurativas  mesoamericanas, las intimidante imagen felina en la estatuaria y  cerámica San agustiniana, Tumaco, Maya y Azteca con las  notables expresiones del jade. 

Como la serpiente que muerde su cola, esta confrontación de  encuentros y desencuentros culturales sólo enuncia la  complejidad del entramado cultural contemporáneo y la dificultad  en el discernimiento de las identidades si es que aún se pueden  invocar.

La instalación El ojo del tigre es una obra multimedial en la que  Nadín Ospina adopta diversos recursos formales como la pintura  al óleo, en un brillante despliegue de ejecución técnica que ronda  el virtuosismo kitsch, el video, el sonido y el performance.  

La puesta en escena se resuelve en un ambiente en que  predominan el negro y la penumbra solo alterados por las  imágenes de video y las luces puntuales que iluminan las pinturas,  un ambiente que remarca lo místico, exótico y misterioso,  elementos siempre asociados al carácter de la estética oriental y  que nos remite al interés que el artista a tenido por este medio.  Recordemos su instalación de 1992 In partibus infidelium un  espacio en el que parodiaba un museo precolombino inmerso en  un ambiente selvático acompañado de sonidos de ranas y olor de  palo santo.

Dos nuevos medios son utilizados en esta oportunidad por  Ospina, el video y el performance. Un primer video incluye una  serie de imágenes capturadas digitalmente de piezas  precolombinas, originales y réplicas, que tienen un marcado  carácter oriental. La producción desprovista de refinamientos  técnicos más no exenta de recursos contemporáneos como la  animación digital recalca la mirada a los objetos precolombinos de  carácter oriental.  

El segundo una recopilación delirante y voyerista de imágenes  extraídas de internet muestra la fascinación del mundo  contemporáneo por todo lo oriental. Imágenes de artes marciales,  erotismo, web cams, manga, protestas en China, asesinatos en  Tokio una ecléctica amalgama que nos revela, cultos bizarros,  obsesiones de masas, prejuicios y la sordidez de la mirada  contemporánea. 

Performance “El ojo del tigre”, Museo de arte Moderno, inauguración.

Por último, aunque no menos significativo dentro de la obra es el  performance realizado la noche de la inauguración y la  presentación posterior de su registro. Se trata del aria central de  la famosa ópera de Giacomo Puccini Madame Butterfly. La obra  una verdadera mixtificación de la imagen evocadora de la geisha  es la herencia romántica del japonismo ornamental del siglo XIX. En el año 1896 la compañía de Morell y Mouillot presentó en el  Daly’s Theatre londinense una función titulada The geisha.

Sin  embargo, una novela, Madama Crisantemo (1887), es el origen  de la imagen definitiva de la geisha en occidente. Su autor, Julien  Viaud (18501923), más conocido como Pierre Loti, visitó  Nagasaki en el verano de 1885. Como muchos marineros  procedentes de los navíos que atracaban en ese puerto, Loti   descubrió un floreciente negocio de prostitución y trata de blancas;  le ofrecieron contraer matrimonio con una adolescente y él,  tentado por la carne, aceptó, tomando ese enlace como un puro  pasatiempo circunstancial para hacer más llevadera su vacación  en la ciudad. De los recuerdos idealizados del francés nació la  novela.

Bodegón Oriental. 1998. Óleo sobre lienzo.
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